Vi ‘Sirat’ hace varias semanas (una antes de su estreno) pero todavía no he dejado de hablar de ella. ¿Tanto me fascinó? Nada de eso. Más bien, todo lo contrario. Como solamente le di dos estrellas sobre cinco en Letterboxd (tiene un 3,9 de nota media), varias personas me han escrito para preguntarme por qué no me gustaba esa película premiada en Cannes que tanto estaba entusiasmando a todo el mundo. Por fin ha llegado el momento de explicarlo en público y, de manera inevitable, con spoilers.
‘Sirat’ está protagonizada por Sergi López (AKA Worst Dad Ever), un hombre que va hasta el desierto de Marruecos para buscar a su hija, de la que hace un tiempo que no sabe nada. Este señor ha decidido que es buena idea llevar con él a su hijo pequeño, aunque está más que claro que ese no es sitio para un niño. De manera que, para ¿rescatar? a su hija, lo que acaba haciendo es poner en peligro la vida de su otro hijo. El asunto de la hija desaparecida jamás se resolverá, porque los guionistas (el director Oliver Laxe y Santiago Fillol) optan por un final abierto y (al menos para mí) completamente insatisfactorio. En la película también hay una guerra como telón de fondo, pero eso tampoco acaba importando demasiado. Porque nada se sostiene en ‘Sirat’. Todo está en el aire y el espectador debe agarrarse a lo que pueda para no caerse. No hace falta decir que yo no pude agarrarme a nada.
Tras una primera ahora aburridísima en la que Laxe pone todo su empeño en que nos encariñemos con el padre, el hijo y el grupo de raveros que los acompañan, por fin llega el momento en el que ocurre algo importante. Y lo que sucede es un golpe de efecto muy barato que se ve venir desde lejos (el perro ya había estado a punto de palmar unos minutos antes). El niño se acaba despeñando por un acantilado porque su padre le hace meterse dentro de un coche cuando están en medio de una empinada rampa. Se trata por tanto de una situación muy forzada en la que cuesta mucho creer que el padre no le diga al niño: “Ten cuidadito con esa palanca”.
Aunque Sergi López entra en estado catatónico tras la tragedia, la aventura sigue. Y así llegamos al ya célebre campo de minas, una escena memorable y que funciona como un tiro (no lo niego) pero que no tiene ningún tipo de sentido. Los raveros y el padre del año llevan un buen rato en la zona, han acampado y han sacado los altavoces. Sin embargo, la primera mina no explota hasta que empiezan a bailar. “¡Estamos en un campo de minas!”, grita uno de los raveros después de que dos de sus compañeros hayan volado por los aires. Gracias por la información, nadie se había dado cuenta. “Es increíble que no haya pasado antes”, dice otro. Así es, resulta del todo increíble. Y es que situaciones absurdas hay unas cuantas en la película. Por ejemplo, hay un momento en el que los raveros, que normalmente se comunican en francés, se ponen a hablar en castellano pese a que Sergi López no está con ellos.
Otro asunto que me hizo imposible conectar con ‘Sirat’ fue la pésima calidad de sus interpretaciones. Los raveros dejan mucho que desear, aunque tampoco podemos pedir peras al olmo. Primero porque no son actores profesionales y segundo porque la dirección de casting la hizo una diseñadora de vestuario (Nadia Acimi, expareja de Laxe, que está aún más familiarizada que él con la comunidad ravera). El chaval (Bruno Núñez) tampoco ofrece una interpretación precisamente destacable, pero vamos a dejarlo en paz porque solamente es un niño. Al que sí se le debe pedir un poco más es a Sergi López, un actor increíblemente irregular que aquí solo convence a ratos (y uno de ellos no es precisamente el de la muerte de su hijo).
En el preestreno en el que estuve, el propio Laxe expresó que sentía curiosidad por saber cómo sería la reacción del público ante la película, porque sabía que la decisión de matar al niño podía ser catalogada como cruel o sádica (así lo es para mí). Sobre Laxe tengo que decir que es tan guapo y tan alto que, si se arreglara el pelo y los dientes, podría dedicarse a la moda. Y también que, cada vez que abre la boca, confirma que efectivamente podría ser modelo, ya que rara vez dice algo interesante (por muchas referencias que maneje y por mucho que le encante enrollarse). Cuantas más declaraciones suyas leo y veo, menos me convence ‘Sirat’. En el pase de la Academia explicó su teoría de que, según palabras textuales, “incluso las cosas más atroces tienen un sentido”, y ponía como ejemplo un campo de exterminio nazi o la tragedia de Los Andes. Laxe sostiene por tanto que, para el personaje de Sergi López, la muerte de su hijo tiene algo positivo. Esta teoría me parece simplemente terrorífica.
La conclusión se la voy a dejar a uno de los pocos críticos españoles que no se volvieron locos con la película en Cannes. En su artículo para el último número de Caimán, Ángel Quintana decía: “La película demuestra la gran habilidad que el cineasta posee para llegar hacia donde ningún otro director llega. Sin embargo, también hay un peligroso gusto por el excesivo y la dudosa necesidad de construir un significativo golpe de efecto para descolocar y cambiar de registro, para reafirmar la fuerza simbólica de un discurso que a veces es muy sugerente y otras resulta demasiado obvio”.
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